miércoles, 28 de enero de 2009

“No quiero escucharlos más!” grité cerrando con fuerza la puerta tras mis palabras, luego de varios intentos fallidos de distraerme para no oír siquiera sobre qué discutían.
Corrí a mi cama, donde me quedaría hasta que mi llanto se transformara en leves sollozos.
No pensaba en nada, las lágrimas corrían por mis mejillas y mojaban mi almohada.
Después de cierto tiempo de mantener la mente en blanco, mil dudas me invadieron y dieron lugar a miedos frente a todo lo que veía y no quería para mí.
Y si mi relación terminaba igual que el resto? Era condición necesaria que el amor se desgaste con el pasar de los años?
Y si realmente nada es eterno como muchas veces creemos? y si yo estoy equivocada, y el engaño es normal, y lo raro es ser fiel a tu pareja?
El tiempo es verdaderamente capaz de arrastrar la necesidad de aquellos abrazos sentidos y besos apasionados que, según parece, suelen durar los primeros años de las relaciones?
Es así en todos los casos, concluye de la misma manera para todos, independientemente de las características exclusivas de cada relación?
Un grito notoriamente más fuerte dentro de la discusión que afuera seguía vigente me sacó por completo de mis pensamientos.
No iba a soportarlo más, agarré el primer saco que vi y salí corriendo de mi casa.
Estaba nublado y hacía frío, no me había abrigado lo suficiente.
Te esperaba en el lugar de siempre, no veía la hora de que llegaras.
Estaba temblando y no podía evitar llorar como lo hacía, la angustia era fuerte y la gente que pasaba me veía con lastima, e impotencia.
Me percaté de que un hombre de cincuenta años aproximadamente, con barba y lentes, se acercaba a mí con dificultad, probablemente producto de la vergüenza y el miedo a la impertinencia; cuando te vi.
Venías caminando en dirección a mí con un paso acelerado, pero yo no podía esperar más, corrí hasta vos y me desvanecí entre tus brazos que me rodeaban con fuerza.
Me cubrí la cara con las manos sin huir de tu abrazo, y lloré contra tu pecho desconsoladamente.
Sentía la presión que hacías sosteniéndome y podía percibir cómo te afectaba verme así. Me pedías con suavidad y angustia que me calmara mientras acariciabas mi pelo de manera suave o intensa; dependiendo de la variación en mi llanto.
Cuando logré calmarme y lo único que expresaba eran leves sollozos, levanté la vista y te mire a los ojos. No dejaba de pensar cuán particularmente hermosos eran, o tal vez no me percataba de que, al amarte; no podía verlos de otra forma.
Tus ojos también estaban húmedos, pasaste con delicadeza tu mano por mi rostro y secaste los rastros de lágrimas.
“No llores nunca más, por favor”
Mis ojos se llenaron de lagrimas una vez más, pero apreté la boca con fuerza para contenerlas y asentí con la cabeza sin ser capaz de ocultar la tristeza que mi mirada revelaba.
Me apoyé en tu pecho y cerré los ojos. Tus latidos me transmitían paz, el calor de tu cuerpo era la única salida a tanto dolor.
Levanté la cabeza y me acerque a tu boca en espera de un beso, y el que me diste seguido a eso, no sin antes tomarme con tus dos manos intentando acercarme a vos lo más posible; fue intenso y muy sentido.
Fue uno de esos besos en que no logras separarte del otro ni aunque quieras, aquellos que prescinden de tiempo y espacio.
“Vamos?” te pregunte alejándome un poco y estirando el brazo para que tomaras mi mano.
Asentiste y nos fuimos caminando en sentido contrario a mi casa.
Me rodeaste con un solo brazo y me estrechaste fuerte contra vos. Besaste mi frente y me recordaste que me amabas y que jamás estaría sola, porque siempre te tenía a vos.
Deseaba que nunca dejaras de transmitirme todo eso, y cada momento a tu lado me ayudaba a responder a todas mis preguntas anteriores.
A tu lado, podía sentir lo eterno del Amor, la parte invariablemente maravillosa; aquella que predominaba frente a cualquier dificultad.
No era capaz de imaginar absolutamente ninguna razón ni ninguna circunstancia que desencadenara en el deterioro de todos mis sentimientos por vos, ni en el de los tuyos por mi.
Adentro mío, sabía que por el resto de mi vida sería capaz de encontrar respuesta a cualquier duda que me surgiese con sólo mirarte a los ojos; a esos ojos particularmente hermosos, sin necesidad de alzar la voz ni por un instante.








Y bueno no, no lo escribí yo, pero me dieron ganas de volver a expresarme con las letras... a ver que sale uno de estos días. Como me identificó, que lindo me pareció eso.
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